Mis primeros años

Cuando uno nace en “buena cuna” la mayoría de las personas dicen “trae su torta bajo el brazo”; eso debieron haber dicho los conocidos y familiares de mi mamá y mi papá cuando yo nací, el 16 de febrero de 1946, recibido por el excelente Doctor Heriberto Salazar, un reconocido médico del rumbo de Tacubaya. En ese tiempo yo tenía todo, muchos juguetes, comida, automóvil (de los primeros en ese tiempo), viajes, etc. Pero la vida da muchas vueltas, es como la rueda de la fortuna, a veces estamos arriba y a veces abajo, «habrían de venir muchas vicisitudes» que sólo pudieron ser superadas con mucho trabajo, arduo estudio, grandes esfuerzos, muchos deseos de ser siempre el mejor y hacer “cualquier cosa”, pero bien hecha (modestia aparte).

     

Mi Mamá Carmen Cortés Gutiérrez y mi Papá Silvestre Ferreyra Martínez.

No cabe duda de que uno nace con los “genes” de la familia (sin presunción), mi papá era todo un “genio” de la metal-mecánica (hojalatería, soldadura, torno, fresadora, diseño, ingeniería, etc.) y tenía un taller mecánico (no de autos), en la colonia Escandón en Tacubaya, en la calle 12 de Diciembre número 19 en una casa muy vieja, todavía de adobe, que como las casas de principios del siglo pasado, tenía un patio largo y una gran fuente en medio; el taller estaba al fondo de la antigua casa. A pesar de los años y toda una historia de vida –ahí vivió mi abuela paterna y mis queridos primos Guadalupe, Dolores, Pablo y Agustín (q.e.p.d.)–. Después en esa casa tuvieron también su taller dos de mis tíos –trabajé con ellos desde muy joven– y allí murió uno de ellos y su esposa), la casa sigue en pie, ahora restaurada por “alguien” de la familia de la esposa de mi tío Pablo Ferreyra.

La casa que fue el taller de mi padre en la década de 1940.

Mi padre fue un “pionero” de la fabricación de muebles metálicos como unos refrigeradores que enfriaban mediante barras de hielo que se introducían en un compartimento superior; así, el frío se desplazaba hacia abajo, donde se metían los alimentos, y abajo una charola para desechar el agua del hielo que se derretía. En ese tiempo había muchas fábricas de hielo (muy joven trabajé en una fábrica de hielo de otro tío materno) , que lo distribuían en barras o en cubitos para los enfriadores de las casas y las tiendas.

Esa parte de la colonia Escandón no era la más “afortunada”, lo mejor de la Escandón y Tacubaya estaba del otro lado del viaducto Miguel Alemán (Comercio, Agricultura, Minería, Martí, Progreso, etc.). Como menciona la revista México Desconocido: “Durante el Porfiriato este lugar adquirió un enorme auge; ello se refleja en las numerosas residencias de campo construidas por personajes como Manuel Escandón, los señores Bardet y Jamison, las familias de Teresa, Mier y Pesado, y el conde de la Cortina. Tacubaya fue muy frecuentada por Antonio López de Santa Anna, Ignacio Comonfort, el conde de la Cortina y otros personajes. A principios del siglo XIX habitó en la Casa de la Bola (en la avenida Parque Lira) doña Ignacia Rodríguez de Velasco y Osorio, la famosa Güera Rodríguez, mujer bellísima y de enorme influencia política y social”. Quien desee conocer más acerca de la colonia Escandón puede ver la página web de Wikipedia, https://es.wikipedia.org/wiki/Colonia_Escandón.

De muy niño me tocó ver cómo se construían los viaductos Miguel Alemán y Río Becerra utilizando el curso del Río de la Piedad, que fue entubado y sigue así desde esas fechas. Mi Papá nos llevaba a las excavaciones del viaducto y nos bajábamos descolgándonos por las varillas de la construcción para jugar ahí. Una anécdota muy curiosa: en la calle 12 de diciembre, que va de la calle 13 de Septiembre a 11 de Abril (una sola calle), cada año se celebraba la fiesta de la Virgen de Guadalupe, pedían “coperacha” y se organizaba una velada para dar “Las Mañanitas” a la Virgen el 12 de Diciembre a las 0 horas. Uno de esos días salimos varios amigos y mi primo Agustín a pescar ajolotes en los montones de tierra y hoyos que se formaban en las obras del Viaducto Río Becerra y un “indigente” que vivía en los tubos de concreto, que después sirvieron para entubar el río, nos apedreó y salimos corriendo; como llevábamos los ajolotes en frascos de vidrio, me caí, se rompió mi frasco y mi primo tuvo que llevarme casi cargado hasta la casa, todo lleno de los ajolotes que se me metieron por todo el cuerpo, ¡ya sabrán la regañada y bañada que me tuvo que dar mi Mamá!

Cruce del Viaducto Miguel Alemán e Insurgentes, en construcción en 1952.
Fofo del periódico El Universal.

Pronto vino “la mala racha” y tuve que comenzar a trabajar (desde temprana edad) en la tienda que tenía mi tío Francisco Cortés Cordero frente a mi escuela primaria Miguel F. Martínez, a un costado del Parque Morelos y el Mercado de Escandón en la calle de Comercio. Mi tío me enseñó a ir de compras de papelería y dulcería al centro y a la Merced; pronto empecé a ir sólo ( de unos 9 o 10 años) y para ahorrarme lo del pasaje y comprarme una paleta de hielo, me iba caminando desde la calle de Bucareli hasta Bolívar y luego hasta la Merced, por lo que me aprendí los nombres de todas las calles del centro.

Mi escuela primaria Miguel F. Martínez.

Otro día sigo con las nostalgias, espero no haberlos aburrido.

Saludos

Gonzalo Ferreyra

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